Mi pasión es la dermocosmética. Con ella comencé una nueva etapa en mi vida profesional ya hace más de siete años en la oficina de farmacia y parafarmacia, teniendo siempre en cuenta la salud como mayor premisa a la hora de aconsejar sobre cómo utilizar un producto dermocosmético.
Artículo escrito por Mayte Romero López, técnica de farmacia, en el especial Técnicos de farmacia publicado en Farmaventas 168.
Cuando me pongo la bata, me transformo: me encanta mi trabajo, ayudando a los demás, utilizando todas las técnicas a mi alcance…
Realizo consulta dermocosmética optimizando mis recomendaciones gracias siempre a la formación y actualización constantes. No me dejo llevar por influencias o modas, y genero una relación con la persona que pide consejo dermocosmético. Lo más importante es siempre analizar las necesidades de cada persona: qué le preocupa, cuál es su condición y/o estado de la piel, su historial médico, entre otras. Además, utilizo siempre un microvisor, enfocando un objetivo claro, que es, obviamente, el bienestar de la persona y de su piel.
Una vez encauzado el protocolo o rutina a seguir por el o la paciente, es muy importante el seguimiento y control a través de la ficha técnica, para saber si se está trabajando en base a la rutina que se especificó y para alcanzar la eficacia y optimización de los productos pautados en la consulta.
Puede parecer fácil, pero no siempre es así. De hecho, hay veces que, como especialistas en el consejo, debemos derivar sin dudar al dermatólogo u otro especialista. Por eso, yo siempre actúo con la mayor responsabilidad y cautela, conociendo exactamente mi lugar en la cadena del consejo farmacéutico y de salud.
En mi opinión, dedicar un cuidado específico, conocer y observar la piel, debe ser parte del día a día. Cada persona es diferente, y, si a esto le sumamos que cada parte del cuerpo también lo es, así como sus tejidos y sus células, el tratamiento variará también en función de todos estos factores.
Un ejemplo claro y sencillo es el grosor del contorno del ojo, que mide sólo medio milímetro, no tiene glándulas sebáceas ni tejido adiposo, por lo que se hace frágil a cualquier factor externo, diferenciándose del tejido de las plantas de los pies o las palmas de las manos donde su grosor está entre dos y tres milímetros, con numerosas terminaciones nerviosas y siendo muy sensible al tacto.
Aplicar buenos hábitos se traduce en mayor calidad de vida: sin darnos cuenta, unos buenos hábitos nos ayudan a ser más positivos, nos vemos mejor frente el espejo, nos sentimos con más energía…Sin duda, este es el objetivo de la dermocosmética: el bienestar con nuestra piel, y, en definitiva, con nuestro cuerpo.
Que no te engañen: una rutina facial no lleva tanto tiempo
El cuidado personal general es crucial, y además sencillo. Pues lo mismo ocurre a nivel facial: ¡No lleva tanto tiempo! Para visualizarlo mejor, lo resumo es una pirámide de 3 pasos clave:
Como apunte, la exfoliación semanal es importante porque ayuda a renovar la capa más superficial de la piel, fomentando la mejor adherencia de activos posteriores para conseguir una función barrera cutánea en equilibrio. Y además un fotoprotector diario ayudará a conservar la piel más joven, sin defectos, marcas e imperfecciones.
Aconsejemos al paciente la observación de las zonas de su cuerpo: su estado, condición y cambio para que actúe.
Con respecto al primer paso en la rutina facial, la limpieza, mi consejo es bastante específico, y me baso sobre todo en experiencias anteriores: no usar toallitas desmaquillantes como parte única de la limpieza facial. A la larga, pueden resecar la piel y producir algún tipo de alergia, y no solo eso, sino que arrastrar la suciedad no significa eliminarla. Pero, ¿A qué me refiero con la palabra “suciedad” en el rostro? Pues a todas aquellas impurezas, residuos acumulados del día a día tan comunes como la polución, el polvo, la grasa, los maquillajes, la protección solar…
Otra parte importante en la limpieza facial es que esta no se debe dar una vez, es decir: recomendemos realizar la limpieza facial de día y de noche, y todos los días sin excepción. Empleando agua tibia para emulsionar y aclarar el rostro, secando siempre la cara a pequeños toques, nunca frotando o arrastrando la toalla o el paño que se utilice. Se debe procurar también cambiar frecuentemente la toalla, que, además, sólo se usará para la limpieza de la cara. También se cambiará la almohada con frecuencia. La clave en este punto, y en realidad, el de todos, es la constancia.
He comenzado hablando de la rutina facial, pero, realmente sólo he hablado de la limpieza. Me gusta siempre profundizar en este paso tan crucial porque, valga la redundancia, no puede faltar ni fallar. Por sí sola, la limpieza puede considerarse un tratamiento, pues ayuda a equilibrar la piel y consigue que los tratamientos que se apliquen a posteriori sean más eficaces, entre otras razones, porque se absorberán mejor.
Creo firmemente que la farmacia no es solo un sitio en el que se dispensa salud, por decirlo de alguna manera, sino que también es un lugar para formar e informar sobre salud pública. Por ello, otra de las funciones, por no decir la función que más me gusta de mi profesión, es la de organizar eventos y formaciones en la farmacia. Esto no solo permite afianzar la confianza que depositan los pacientes en nosotros, sino que también ayuda a que cada uno de ellos gane confianza en sí mismos, ayudándoles a conocerse, explorarse y a que puedan expresar lo que les preocupa con respecto a su salud.
Trabajar de forma conjunta nos abre aún más al conocimiento de las personas que cruzan la puerta de la farmacia y también del conjunto del barrio dónde estamos ubicados, sus necesidades, su grado de complicidad e implicación, para poder actuar siempre mejorando, avanzando, en definitiva, abriendo una nueva puerta, quizá antes desconocida, pero que sin duda marcará un antes y un después.
