De una forma sencilla, la dieta mediterránea puede resumirse en: utilizar el aceite de oliva como principal grasa de adición; consumir diariamente frutas, verduras, pan y otros alimentos procedentes de cereales (pasta, arroz y especialmente sus productos integrales) o legumbres; moderar el consumo de carnes rojas y procesadas sustituyéndolas por pescados y huevos; promover la ingesta de alimentos poco procesados y favorecer el de alimentos frescos; consumir muy rara vez dulces y pasteles.
Podemos afirmar que la dieta mediterránea se ha mostrado como uno de los patrones de alimentación más saludables en cuanto a la prevención de las enfermedades típicas de nuestro tiempo; como la enfermedad cardiovascular, la diabetes y el cáncer.
Los alimentos de temporada son aquellos cultivados respetando su ciclo natural, es decir, aquellos en los que no se han utilizado procesos que aceleren ni fuercen su crecimiento o maduración. En este sentido, son muchas las razones por las que, desde la comunidad científica, deben de apoyar el consumo de alimentos de temporada, incluyendo motivos de salud, económicos y ecológicos.
Tanto la OMS (Organización Mundial de la Salud) como la FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) recomiendan escoger alimentos frescos de cultivo próximo y de temporada. Y también el decálogo de nuestra dieta mediterránea promueve su utilización. Asimismo, son muchas las páginas de Internet de divulgación nutricional que recogen calendarios con los alimentos de temporada por regiones. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, pero también el de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, disponen de este tipo de recursos divulgativos.