Todos sabemos que durante el invierno el cuerpo nos pide tomar platos calientes y, generalmente, más calóricos. Por tanto, hemos de procurar que esa energía de más no se traduzca en exceso de peso y de grasa corporal, sobre todo teniendo en cuenta que el frío no anima al movimiento y al ejercicio físico. Hay que apostar por una alimentación que se ajusta al gasto calórico diario.
Además, debido al frío, nuestro sistema de defensa se resiente en esta época del año, favoreciendo la propagación de virus y contagios. Pero el frío no es el único responsable; una dieta incompleta, el estrés y la falta de sueño continuado pueden deprimir nuestro sistema inmunitario y dejarnos más desprotegidos frente a enfermedades.
Para que esta época invernal no afecte a nuestras defensas y pasemos un invierno con buena salud, el Instituto DKV de la Vida Saludable recomienda fortalecer nuestro sistema inmunitario incluyendo en nuestra dieta las siguientes vitaminas y alimentos:
- Vitamina C. Es bien conocida la importancia de esta vitamina para las defensas en invierno pues, entre otras muchas cosas, interviene en la producción de interferón, proteína que combate a agentes patógenos. Pero, además, tiene acción antioxidante, que ayuda a controlar el daño celular que provocan los radicales libres y repercute sobre los sistemas de defensa de nuestro organismo. Esta vitamina la encontramos en frutas y verduras, como los cítricos, el kiwi, la piña, el brócoli y verduras de hoja. Es recomendable consumir las frutas y verduras en el momento de pelarlas, trocearlas o exprimirlas para evitar que se pierda la vitamina por los cambios de temperatura o si se exponen a la luz.
- Vitaminas B6 y B5. La vitamina B6 (piridoxina) participa en la producción de anticuerpos, y el déficit de vitamina B5 (ácido pantoténico) disminuye la capacidad de resistencia a las infecciones. Las encontramos en carnes, pescados, productos lácteos, huevos, vegetales verdes, frutas, cereales integrales, levadura de cerveza, legumbres o frutos secos.
- Hierro. Además de ser antioxidante e intervenir en la formación de tejidos, está asociado con las funciones inmunes. Se puede encontrar en alimentos de origen animal, como carnes rojas, pescado o ave. Además, el hierro forma parte de los glóbulos rojos, y su deficiencia contribuye a la debilidad y la anemia, propiciando infecciones. Lo podemos ingerir a través de hígado, atún, salmón, yema de huevo, legumbres y verduras.
- Probióticos y prebióticos. Favorecen la proliferación de la flora intestinal sana y refuerzan de esta manera una de las principales barreras de defensa de la que dispone nuestro cuerpo. La diferencia entre ambos, es que los probióticos son microroganismos vivos que enriquecen la flora intestinal, y los prebióticos son sustancias que sirven como alimento a la flora beneficiosa ya existente en el intestino, fomentando de esta manera su crecimiento. Ambos se suelen añadir a algunos productos lácteos fermentados (yogures), pero además los prebióticos se encuentran de forma natural en muchos alimentos vegetales (cebolla, alcachofa), frutas y cereales.
- Propóleo. Las abejas usan esta sustancia para recubrir la colmena y protegerla así de virus, hongos y bacterias. La composición de propóleo depende del origen vegetal pero, en general, contiene básicamente resinas y bálsamos, cera de abeja, aceites esenciales, polen y otros componentes variados (orgánicos y minerales). El propóleo se puede tomar como alternativas para hacer frente a los resfriados y en caso de infecciones de garganta.