"Es un error prolongar demasiado la siesta para compensar el sueño nocturno no dormido, pues se entra en un círculo vicioso que dificulta aún más el sueño nocturno"

Farmaventas entrevista a Mara Parellada, especialista en Psiquiatría del niño y del adolescente, para preguntarle sobre como han afectado los trastornos de sueño a los niños con TEA.

¿Difieren mucho las problemáticas de sueño de un niño con TEA de aquellos que no tienen ninguna patología?

Los niños con TEA pueden tener los mismos problemas de sueño que los niños sin TEA y además tienen algunos problemas de sueño específicos, algunos relacionados con una menor síntesis de melatonina por las enzimas precursoras, o dificultades asociadas a síntomas específicos, sensoriales, estereotipias y de otra naturaleza. Los retrasos de fase (tardar mucho en dormirse) y los despertares muy tempranos están entre algunos de los tipos de problemas más característicos.

¿Cómo acostumbran a evolucionar los trastornos de sueño del niño hasta la edad adulta?

Un porcentaje importante de los trastornos del sueño mejoran con la edad, pero hay una proporción de casos (no mayoritaria) con problemas de sueño a lo largo de la vida, con reducción importante de horas de sueño y problemas secundarios fundamentalmente de mala calidad de vida de las familias.

¿Qué hábitos ayudarían a las familias a sobrellevarlo mejor?

Simplemente tener hábitos ya ayuda mucho, con variedad dependiendo de la familia, la casa, el perfil del niño, etc. No hay hábitos específicos que sirvan a todos los niños y familias. Para todos, acabar el día de forma rutinaria, con actividades que se sepa que a esos niños les van desactivando, evitando aquellas excitantes o activadoras (incluidas ingestas nocturnas excitantes), evitando exposición a pantallas, favoreciendo un nivel de estimulación sensorial bajo, controlado y relajante. Intentar mantener horarios más o menos regulares, acompañar a los niños hasta que aprenden a dormirse solos en su habitación, de forma progresiva, individualizando y siguiendo las necesidades del niño de forma individualizada, son algunas de las pautas a seguir.

¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de afrontar este problema?

No tener en cuenta las características particulares de cada niño para elaborar unas rutinas personalizadas. Intentar que se acuesten a una hora concreta no cuidando lo que ocurre previamente y el estado de estimulación con el que el niño llega a la cama. Es un error prolongar demasiado la siesta para compensar el sueño nocturno no dormido, pues se entra en un círculo vicioso que dificulta aún más el sueño nocturno.

¿Cómo afrontar la somnolencia y la consecuente irritabilidad de los niños con TEA?

Hay que tratar el problema del sueño de forma global, como un problema que afecta a las 24 horas del día, no solo a la noche. La mejor forma de afrontar la irritabilidad relacionada con el escaso descanso es mejorar la calidad de sueño, para lo que es imprescindible un análisis del caso en cuestión, para individualizar las pautas o tratamientos a recomendar. Una vez realizado un análisis funcional de la dificultad del sueño (que a veces lleva varias semanas) y establecidos hábitos más adecuados, si no se consigue mejorar la cantidad y calidad de sueño se empieza a valorar la posibilidad de dar tratamientos farmacológicos que sirvan para mejorar el sueño, empezando siempre por los tratamientos más naturales o más etiológicos (relacionados de forma directa con las razones por las cuales el sueño del niño es inadecuado). El diagnóstico de presunción del problema del sueño es fundamental (trastorno de sueño asociado a autismo por déficit en enzimas que metabolizan el triptófano, ansiedad asociada, rituales, estereotipias, obsesiones, etc). Una vez establecido un diagnóstico de presunción se puede planificar la intervención de manera individualizada.

Este 2020 ha estado marcado por una pandemia mundial, restricciones y confinamiento. ¿Cómo ha afectado esto a sus hábitos de sueño?

El confinamiento ha desdibujado la estructura y rutina diarias en muchos casos, lo que ha generado más ansiedad y estrés en las familias y en particular en niños necesitados de tener una estructura externa que les ayude a organizarse. Además, ha supuesto estar menos activados, estimulados y cansados durante el día, con dificultades para dormir. Las familias han tenido que establecer rituales que ayudara a los niños distinguir la mañana de la tarde y de la noche de forma a veces muy concreta, para facilitar la transición por los distintos momentos del día.

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