La desnutrición relacionada con la enfermedad en niños puede tener consecuencias en su desarrollo físico, intelectual y psicológico

En las etapas iniciales de la vida el crecimiento es muy rápido. Solo en su primer año, de promedio, los niños triplican el peso y aumentan en un 50% la talla que tenían al nacer, aunque, en algunos casos, los lactantes no pueden alcanzar los niveles de crecimiento esperados. Esta incapacidad para sostener una velocidad de crecimiento normal, tanto en peso como en talla, en niños menores de 3 años, se conoce como fallo de medro. Entre sus causas principales se encuentra un aumento en las necesidades energéticas del niño causadas por una enfermedad (insuficiencia respiratoria, cardiopatías o infecciones, entre otras). Su tratamiento, así como las técnicas de valoración nutricional y los últimos avances en nutrición infantil han centrado las II Jornadas de Actualización en Nutrición Pediátrica, organizadas por Danone Specialized Nutrition.

A nivel mundial, el 40% de los niños menores de 5 años presenta esta alteración en el crecimiento, según datos de UNICEF. “El fallo de medro puede deberse a causas muy diversas como un aumento del gasto calórico motivado por una enfermedad orgánica o un aumento de pérdidas provocado por diarreas, vómitos, etc., así como una la ingesta inadecuada que se encuadra generalmente dentro de un trastorno conductual alimentario”, indica el Dr. Ignacio Ros, especialista en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, miembro de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP) y de la European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition (ESPGHAN).

Como consecuencia surge la desnutrición, considerada como la expresión clínica de un fallo del crecimiento mantenido que se traduce en la alteración del tamaño y composición corporales. Además, la desnutrición relacionada con la enfermedad puede afectar negativamente en la recuperación del niño y también causar alteraciones en la funcionalidad de órganos y tejidos. “En el caso de las causas orgánicas o de aporte insuficiente, un fallo de medro mantenido con un enfoque inadecuado va a impedir que el desarrollo físico, intelectual y psicológico del niño alcance todo su potencial, lo que va a repercutir de manera permanente en el adulto”, explica el Dr. Ros.

Por otro lado, “los niños con fallo de medro con causas no orgánicas tienen un alto riesgo de desarrollar en un futuro problemas de conducta alimentaria, muchas veces secundarios a un inadecuado manejo de la alimentación, por lo que resulta fundamental un enfoque preventivo de las mismas”, comenta el Dr. Ros.

La intervención nutricional precoz es fundamental en niños con fallo de medro

Respecto al abordaje nutricional, el doctor Ros explica que “inicialmente, siempre debemos buscar causas médicas potencialmente tratables que justifiquen el fallo de medro y establecer la terapia adecuada”. El tratamiento nutricional siempre debe ser individualizado. “El primer objetivo del tratamiento va a ser conseguir un aporte nutricional suficiente, no solo de energía sino también de todos los nutrientes, para llegar a una alimentación variada y calóricamente suficiente”, explica el experto.

En los casos en los que el problema es conductual, “el objetivo nutricional será establecer una alimentación autónoma, responsable y respetando el hambre y la saciedad del niño. Esta será una parte fundamental del tratamiento”, aclara el doctor Ros.

Además, el experto insiste en que “en los casos que pese a las modificaciones dietéticas oportunas no se consigue un aporte calórico suficiente con la alimentación, se debe emplear fórmulas infantiles específicas, que presenten una alta densidad calórica, nutricionalmente completas y adaptadas a la edad pediátrica. Este soporte nutricional nos va a permitir dar a los niños un alto número de calorías con poca ingesta, asegurando además el aporte vitamínico y de micronutrientes”.

Por último, “la prevención y el diagnóstico del fallo de medro se establecen mediante revisiones periódicas pediátricas con una adecuada valoración del estado nutricional de manera evolutiva, inicialmente del peso, la talla y del perímetro cefálico y, si son necesarias, incluyendo exploraciones más complejas”, concluye el Dr. Ros.

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