Este invierno, el más cálido de los últimos años, se ha sumado una polinización explosiva en plantas que habitualmente lo hacen en febrero (cupresáceas) con el de especies que han visto alterado su ritmo normal de desarrollo.
Cipreses y setos
La alergia al polen de cupresáceas –las más comunes son el ciprés y los típicos setos de jardines- se ha disparado en los últimos años. Su presencia, típica en zonas mediterráneas, unido a un mayor uso de estas especies en jardines y urbanizaciones, y a polinizaciones cada vez más intensas por las altas temperaturas explican que su polen afecte a un porcentaje amplio de población alérgica.
“Hasta hace unos años era una alergia poco común que afectaba en torno a un 5% de la población, hoy se ha disparado por encima del 20%; uno de cada dos alérgicos al polen sufre con las cupresáceas” afirma Agustín Fernández, alergólogo de Hospitales Nisa.
Diferencias con el catarro
El hecho de coincidir estacionalmente con el catarro invernal, hace que en muchas ocasiones los casos de alergia al polen en invierno pasen desapercibidos. O lo que es peor, “se trate de forma errónea con fármacos destinados a combatir síntomas propios del catarro como congestión, dolor de garganta, etc”.
En este sentido, es importante resaltar que, mientras un catarro tiene una duración de entre cinco y siete días, “la alergia al polen puede durar de cuatro a seis semanas y su intensidad dependerá del tiempo. Los días secos y soleados serán peores mientras que los días de lluvia y húmedos la persona que padece la alergia mejora”, explica Fernández.
Picor de ojos -hasta ponerse rojos- y nariz, lagrimeo, secreción líquida y clara, estornudos, tos seca y hasta pitidos y dolores en el pecho al respirar en los casos más graves son los síntomas más habituales de los procesos de alergia al polen en invierno.
Factores en contra en invierno
Los cambios de temperatura a los estamos expuestos en invierno “pueden producir reacciones inflamatorias a nivel nasal y rinitis en personas con alergia”. Otro factor que puede empeorar esta alergia de invierno es la contaminación ambiental. “Los elementos contaminantes de la atmósfera se depositan en el suelo, lo que provoca que los pólenes de estas sean mucho más agresivos y con mayor capacidad alergénica que los pólenes de un medio rural”, concluye Fernández.