El Grupo de Trabajo de Alergia Respiratoria de la SEICAP se suma a la celebración de la Semana Mundial de la Alergia que este año se dedica a las causadas por el Polen y al Cambio Climático, y para ello ofrece un listado de consejos como la visita a un pediatra alergólogo que pueda indicar el tratamiento personalizado a seguir.
Un estudio español publicado en marzo en la revista Environmental Monitoring and Assessment concluye que las mayores concentraciones de polen se registran entre febrero y junio, por lo que son los meses más críticos para las personas alérgicas. “De hecho es en esta época cuando más aumentan las visitas a urgencias infantiles por crisis de asma”, destaca el doctor Javier Torres, coordinador del Grupo de Trabajo de Alergia Respiratoria de la SEICAP. Uno de cada cinco niños de entre 13 y los 14 años en todo el mundo sufre alergia al polen, según el Estudio Internacional de Asma y Alergia en la Infancia (ISAAC). “Sin embargo, cada vez hay más casos de pruebas positivas con tan solo tres años”, subraya.
El calentamiento de la superficie terrestre “es responsable del aumento de la densidad de especies vegetales en algunas zonas, de la cantidad de polen producido por cada una y del alargamiento de la temporada de polinización”, señala el doctor Torres. Así, durante la primavera, polinizan la mayoría de plantas que producen alergia. Sin embargo, “debido al cambio climático muchas lo adelantan o incluso lo extienden durante el verano”, apunta. Una investigación australiana reciente publicada en Current Opinion in Allergy and Clinical Immunology confirma que el ascenso de temperaturas, las precipitaciones y el clima más extremo permiten estaciones de polinización más largas, lo que da lugar a una mayor exposición de estos alérgenos.
La polinosis o alergia al polen se manifiesta en forma de rinitis, conjuntivitis y asma, “a causa de la reacción exagerada de la mucosa de las vías respiratorias al contacto o inhalación de pólenes”, afirma el doctor Torres. Los síntomas más frecuentes son prurito nasal, ocular, faríngeo, en el paladar; lagrimeo; estornudos; secreción y obstrucción nasal; tos u obstrucción bronquial.
El tratamiento puede ser sintomático con antihistamínicos o broncodilatadores inhalados o antiinflamatorio cuando existe inflamación de la mucosa nasal o bronquial. “Por eso es conveniente el uso de corticoides de forma preventiva desde el inicio de la primavera hasta el final”, destaca el doctor Torres. Estos medicamentos tratan solo los síntomas, “por lo que deben combinarse con inmunoterapia específica mediante vacunas que contienen proteínas procedentes del polen y cuya función es inmunizar al menor para que precise menos medicación. Es lo único que cura”, apostilla. Para obtener los mejores resultados, y que se realice de forma personalizada para cada caso concreto, “es fundamental que los niños que tengan síntomas de alergia primaveral sean atendidos por pediatras alergólogos”, añade.