Como para cualquier otro sistema u órganos del cuerpo, un buen estado nutricional es uno de los factores más importantes para su funcionamiento. Por ello, una correcta alimentación es la base para aportar todos los nutrientes que el sistema inmunitario necesita para realizar su labor, manteniéndonos sanos y previniendo posibles infecciones o luchando contra ellas. Todo esto es, además, de crucial importancia en invierno, ya que el frío y las pocas horas de luz solar juegan un papel en contra de nuestros mecanismos de defensa.
La climatología nos hace más susceptibles
En invierno hay dos factores climatológicos que influyen en nuestro organismo y pueden tener un impacto negativo en el sistema inmunitario. Las bajas temperaturas hacen más difícil la regulación corporal y el tiempo en el que nuestro organismo no consigue la temperatura ideal o las horas que pasamos frío.
A temperatura corporal, y ante la presencia de un virus, las células responden con un sofisticado sistema de defensa, enviando señales a las células no infectadas de alrededor. Así todas ellas se preparan con un gran arsenal de proteínas antivirales que usan para destruir los virus. De manera que, la presencia de este microorganismo patógeno no tiene trascendencia, pues el sistema inmunitario responde correctamente.
Sin embargo, cuando el cuerpo está a una temperatura algo más baja esta respuesta no se produce de igual forma, siendo mucho más débil y, por tanto, nos deja mucho más susceptibles a sucumbir a la infección viral. La clave está en que las reacciones bioquímicas implicadas en todo esto solo funcionan con un rendimiento óptimo si la temperatura corporal es adecuada (entre 36,5 y 37ºC). Cuanto más tiempo estemos pasando frío, más desprotegidos estaremos.
Como en todo, hay personas más sensibles que otras y es que no todos tenemos la misma capacidad de termorregulación y además también dependerá de si hablamos de personas o poblaciones adaptadas al frío o no. Obviamente, no tendrá la misma susceptibilidad un habitante de Rusia que un turista que viene de un país cálido.
Lo que suele suceder en nuestro contexto es que con la llegada del frío, los cambios de temperatura pueden ser relativamente bruscos y en ocasiones quedamos expuestos. No olvidemos, además, que en invierno, como hay menos horas de luz, disminuye la síntesis endógena a nivel epitelial de vitamina D, cosa que afecta enormemente a la funcionalidad del sistema inmunitario.
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