Si bien se estima que la genética puede ser responsable del 85% de los factores que favorecen el atractivo de las personas a los ataques de los mosquitos, aspectos como el metabolismo, el tipo de sangre, la temperatura corporal, el nivel de CO2 que se exhala al respirar e incluso el color de la ropa, juegan un papel fundamental a la hora de ser víctima de las picaduras. Aunque los ataques de mosquitos, en general, suelen ocasionar problemas leves y localizados, son muy molestos.
Uno de los grupos de mayor riesgo son los niños. Y es que el hecho de que en verano pasen más tiempo al aire libre los hace más vulnerables. No obstante, en los menores, las picaduras pueden revestir mayor gravedad y presentar reacciones cutáneas más severas que pueden durar varios meses, dejar marca e incluso pueden infectarse. De hecho, aparte de la típica erupción y picor, estas pueden ocasionar dolor abdominal, hinchazón de zonas del cuerpo, fiebre, respiración dificultosa y vómitos. De aquí la importancia de prevenir y actuar rápidamente tras la picadura del insecto.