La pandemia ha supuesto significativos cambios en la salud mental de la población general. Como señala Alicia Cunillera, profesora de Enfermería, especialista en Salud Mental, de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia “San Juan de Dios”-Comillas y enfermera en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, “los índices de ansiedad, depresión e insomnio se han multiplicado en el último año. Especialmente en algunos colectivos más vulnerables como son la población infanto-juvenil, las mujeres, las personas en situación de vulnerabilidad social, los profesionales sanitarios y las personas con problemas de salud mental previos y/o discapacidades”. Su experiencia asistencial le ha permitido observar un aumento de las urgencias relacionadas con ansiedad, un aumento de casos de algunas patologías concretas, como los trastornos de conducta alimentaria y un incremento de los ingresos en plantas de hospitalización de psiquiatría infanto-juvenil por conductas autolíticas. Un estudio llevado a cabo en el Hospital Sant Joan de Déu señala un aumento de un 47 por ciento de las urgencias por motivos de salud mental en adolescentes en el primer trimestre de 2021 comparado con ese trimestre del año anterior. Destacan los trastornos de conducta alimentaria, entre otros.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad, un 6,4 por ciento de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma, siendo el mayor porcentaje un 43,7 por ciento por ansiedad y un 35,5 por ciento por depresión. Más del doble de las personas que han acudido a estos servicios de salud mental son mujeres. Según este mismo estudio, un 5,8 por ciento de la población ha recibido un tratamiento psicofarmacológico, entre los que destacan los ansiolíticos (un 58,7 por ciento) y los antidepresivos (41,3 por ciento).
“Esta situación -añade Cunillera-, sumada al agravamiento de los problemas de salud mental que ya tenían nuestros pacientes antes de la pandemia, ha propiciado que desde enfermería nos hayamos replanteado nuestra labor asistencial para poder adaptar nuestra forma de cuidar a nuestros pacientes y familia”. Esta gran responsabilidad, unida al cambio de tareas, protocolos y al miedo inherente a una pandemia, también ha tenido un impacto, no sólo en la población general, sino entre los profesionales sanitarios.