El sistema inmune comprende el sistema inmune innato y el adquirido, que están interrelacionados. La inmunidad innata está presente ya desde el nacimiento y se compone fundamentalmente de mecanismos inespecíficos de defensa, pero para su buen funcionamiento éstos también deben interrelacionar con la inmunidad adquirida y otros factores que dependen de la edad del niño. Por lo tanto, aunque dispongan de inmunidad innata los recién nacidos y lactantes pequeños presentan una inmunidad inmadura y, por lo tanto, son más frágiles incluso en condiciones óptimas en un recién nacido sano. Debemos tener en cuenta que un bebe nace sin tener prácticamente contacto previo con patógenos externos, es decir inmaduro, y deberá desarrollar todas las vías que nos permiten reconocer rápidamente y actuar contra los gérmenes y amenazas. Estas vías componen fundamentalmente la inmunidad adquirida, en la que los linfocitos principalmente darán lugar al reconocimiento de patógenos, especifico y de memoria, así como la formación de anticuerpos. Esta maduración empieza desde el nacimiento y va progresando, dependiendo del número de estímulos que recibamos. Existen tablas de los distintos valores inmunológicos (inmunoglobulinas circulantes, numero de linfocitos, niveles de complemento, respuestas específicas, etc.…) que reflejan las cifras de normalidad por edades.
Una característica propia del recién nacido es el paso de inmunoglobulinas maternas durante la gestación. Este paso se produce durante el tercer trimestre de embarazo y protegerá al recién nacido gracias a estas inmunoglobulinas materna, que les confiere una inmunidad pasiva durante los primeros meses de vida. En el caso de madres gestantes sanas y bien vacunadas, estas inmunoglobulinas pueden proteger a sus bebes de enfermedades para las que ellas son inmunes. En cambio, los recién nacidos prematuros no pueden recibir este soporte (puesto que se interrumpe el paso por vía placentaria) y, por lo tanto, serán más vulnerables que el resto de lactantes.
Las vacunas confieren inmunidad activa contra múltiples patógenos: se estimula la inmunidad adquirida para que el sistema inmune reconozca y elimine estas infecciones rápidamente, evitando la elevada morbimortalidad que se presentaría en caso de una infección sin esta protección previa. Las vacunas nos ayudan en el proceso de maduración del sistema inmune.
La leche materna juega un papel en el sistema inmunitario del lactante por el paso de un tipo de inmunoglubulina (IgA) que se secreta a la leche materna y protege especialmente su tubo digestivo. Es especialmente importante en los primeros meses de vida, tanto por su efecto de inmunidad pasiva (protección de estas inmunoglobulinas maternas) como para el establecimiento de la microbiota intestinal y la nutrición del niño, entre las múltiples ventajas de la lactancia materna.
Finalmente, debemos señalar que una correcta alimentación es la base para que el sistema inmunitario funcione y madure correctamente. En los países en desarrollo la malnutrición, sobretodo proteica, es una causa frecuente de inmunodeficiencia en los niños: la falta de nutrientes imposibilita la correcta producción de las moléculas del sistema inmunitario.
Causas de inmunodeficiencia en niños
El sistema inmune puede verse afectado por enfermedades genéticas que impiden su formación, función o maduración (son las inmunodeficiencias primarias o IDP) o bien por otros factores (inmunodeficiencias o ID secundarias). Las causas de ID secundarias pueden ser múltiples, entre las que destacamos las infecciones, la malnutrición y algunos fármacos. Destacar que el uso de ciertos fármacos puede ocasionar hipogamaglobulinemia secundaria. En pediatría fundamentalmente deberemos fijarnos en los fármacos anticomiciales (carbamacepina, fenitoina) y los glucocorticoides crónicos. Otro gran grupo son los fármacos inmunosupresores y la quimioterapia y algunos menos utilizados en nuestro medio en la edad pediátrica son los fármacos antimaláricos y algunos antiinflamatorios (como sales de oro).
¿Cuándo sospechar una inmunodeficiencia?
Disponemos de los signos de sospecha que distintos organismos difunden para mejorar el conocimiento y diagnóstico de las IDP, como la Jeffrey Modell Foundation (JMF), entre otros. Se basan fundamentalmente en la presencia de infecciones recurrentes que observamos en la mayoría de estas entidades, aunque hay otros signos que deberemos tener en cuenta. Estos signos (adaptados y ampliados de los originales de la JMF) son:
- 8 o más otitis medias en un año
- 2 o más neumonías o sinusitis en un año
- Abscesos profundos o viscerales recidivantes
- 2 o más infecciones sistémicas
- Retraso del crecimiento
- Aftas o muguet recidivante después del primer año de edad
- Necesidad de 2 meses de antibiótico parenteral
- Fenómenos autoinmunes frecuentes
- Fiebre con sospecha de periodicidad
- IgE > 2000 UI/ml con infecciones de repetición
- Rasgos dismórficos asociados a infecciones de repetición
- Bronquiectasias sin causa aparente
- Antecedentes familiares de inmunodeficiencia.
¿Cómo reforzarlo?
- Estilo de vida saludable: dieta sana, ejercicio y evitar el estrés se mencionan entre los factores favorecedores del sistema inmune.
- En el niño es especialmente importante una correcta nutrición, vigilando el aporte tanto de proteínas como de vitaminas y el resto de nutrientes, que son esenciales para el buen funcionamiento y desarrollo del sistema inmune.
- Las vacunas inducen inmunidad en el propio niño que las recibe, que será capaz de evitar las complicaciones de muchas infecciones prevalentes y/o muy graves. Además protegeremos a los niños que aún no las han recibido y aquellos que sufren una inmunodeficiencia y no son capaces de responder, puesto que se evita la transmisión cuando la tasa de vacunación de la población es elevada. Por lo tanto, deberemos aconsejar seguir el calendario de vacunas establecido en cada comunidad y estar alerta de las indicaciones especiales por situaciones de riesgo como viajes, contactos o epidemias.
- Todas las medidas de soporte y control de la gestación, que eviten un parto prematuro, contribuyen también a un mejor (o más fuerte) sistema inmune del recién nacido por las inmunoglobulinas maternas que recibe el feto en el último trimestre de gestación.
- Las vacunaciones recibidas por estas futuras madres protegerán a sus bebés de enfermedades en los primeros meses, por la inmunidad pasiva que les confieren.
- Los lactantes nacidos prematuramente deberán protegerse con las medidas de higiene habitual, extremando la evitación de los contagios puesto que son los más expuestos.
- Favorecer y promover la lactancia materna es otro factor que ayudara al correcto funcionamiento y maduración del sistema inmune del lactante.
- Finalmente, estar alerta en relación a los signos de sospecha de las inmunodeficiencias en general, alertar las familias y derivarlas a su pediatra para su estudio, nos permitirá diagnosticar y tratar estos niños y mejorar su pronóstico.